Paisaje. Tiempo de Pasión

Desde la ventanilla del vagón, el paisaje parece mudo, con su sucesión de edificios y antenas, naves industriales y después casitas bajas que anuncian que salimos de la ciudad y nos adentramos en las zonas rurales y de montaña. 

El campo está florido. Es primavera y una explosión de color inunda los campos de amarillo, morado, azul y el rojo de las amapolas que salpican antiguos campos de trigo a los pies de los almendros.

El tren se detiene. Por una ventana abierta se oye, con estruendo, el piar de los pájaros antes de recogerse. Debe ser tiempo de cría. A lo lejos, mezclado con el crepúsculo, se oye un sonido de tambores y cornetas. Se rompe el silencio. 

Aspiro profundamente la mezcla de perfumes que me llega desde esta zona de campo, a medio camino entre Cartagena y Murcia, antes de atravesar la serranía. Y el olfato me lleva a algún momento de mi infancia, en el que mis ojos divisan, tras una sucesión de capirotes, un Cristo crucificado y una madre doliente que llora la pérdida de su único hijo. Me impresiona la imagen como lo hacía en mi infancia. No es necesario entenderlo para sentirlo. 

Este viaje sensorial se ha mezclado con el viaje físico. Es la grandeza del paisaje. Y me hace pensar en las fechas que se celebran estos días: la Semana Santa cristiana, otro de los rituales presentes en esta zona que recuerdan la continuidad de la vida – muerte – vida.

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La Semana Santa empieza al término de la Cuaresma, tiempo que sigue al Carnaval, que fue la última entrada a nuestro Blog llamado “Paisaje”. 

Si el Carnaval era música, fiesta, ruido, baile y risa, la Cuaresma supone lo contrario: recogimiento, reflexión, silencio, ayuno y desierto. En el calendario cristiano, tiene una duración de 40 días e incluye diversas formas de abstinencia, desde algunos alimentos limitados en determinados días (ayuno o vigilia ahora en desaparición) hasta ayunos simbólicos de abstenerse de hablar mal de otras personas, albergar odio o pesadumbre.

Este periodo de abstinencia y depuración del cuerpo (y del alma) al que aboca la Cuaresma, tiene de alguna manera su reflejo en el paisaje agrícola de la Huerta de Murcia, un territorio surcado de canales de riego heredados de época árabe. La red de acequias y azarbes, de brazales que aprovisionan de agua a los cultivos, siempre estuvieron en su mayoría directamente labrados en el propio terreno, abiertos en canal al despejado cielo levantino; en las últimas décadas han ido ganando terreno los tramos cimbrados o entubados… y gran parte del sistema venoso con que se irriga la huerta, como un patrimonio del que hubiera que avergonzarse, termina oculto a la mirada del viajero. Pero ahí sigue, y en uso… y así debe seguir, en perfecto funcionamiento, para que no quede sin abastecimiento ni un solo huerto de los muchos que aún verdean en esa llanura antropizada sobre la que han crecido los pueblos, las alquerías y en su centro, la gran urbe. 

En Murcia se hereda la tierra y el derecho a regar, un precepto milenario que también obliga al mantenimiento de la red. Y por eso, una vez al año y precisamente en marzo, el sistema circulatorio huertano se detiene. Es como una abstinencia cuaresmal de agua en unos canales que se dejan completamente secos para llevar a cabo lo que por aquí se viene a llamar la monda. Se trata de la limpieza anual de estos cauces y sirve para retirar de ellos inmundicias y acumulaciones de barro, reforzar sus costones y dejar paso franco al agua cuando de nuevo los inunde… Es, en definitiva, la depuración de la red que da vida a la Huerta, para que pueda renacer cada primavera. 

Igual que se ciegan las acequias y se vacían sus aguas, la Cuaresma nos invita a detener el tiempo y la Semana Santa es el punto final de ese detenimiento, del que después brotará otra vez la vida, como proclama el mensaje cristiano por excelencia, según el cual la Resurrección es la vida que vence a la muerte. Y para que así se pueda entender, este es un tiempo lleno de símbolos, hoy no tan visibles como antaño, pero que aún perviven en el recuerdo de las personas mayores que así los cuentan. 

Como se ha dicho, las normas de ayuno alimentario han desaparecido del calendario oficial católico, pero fueron siglos de estricto cumplimiento que dieron origen a una gastronomía propia de este tiempo. De la carencia surgieron exquisitas combinaciones sin carne, como los potajes, buñuelos y pelotas de bacalao desalado. Incluso, nuestra típica mona con huevo, ofrecía esa combinación de dulce y proteína animal para compensar la carestía en otros ámbitos. Y, cómo no recordar, otra expresión que no se encontrará en otras zonas del país en estos días: el caramelo nazareno, de tamaño y forma variable, pero siempre dulce hasta el extremo, repartido por cofrades en determinadas procesiones, pero no en todas, pues es un símbolo festivo que sólo se puede usar en los momentos del ciclo que pueden invitar a cierta celebración, pero nunca en otros, de estricta observación del luto.

Hasta el último tercio del siglo pasado, los días cumbre de la Semana Santa estaban marcados por el color negro. Luto de corbatas, velos y mantillas en los atuendos, y luto también en los altares desnudos de las iglesias, cubiertas sus esculturas y retablos con telas moradas hasta la Vigilia Pascual del sábado.

Y silencio. Silencio de campanas, sustituidas en las torres por vetustas matracas; el lúgubre sonido de este artilugio de madera se acababa imponiendo al momentáneo repique que se realizaba durante el canto del Gloria de los Oficios de Jueves Santo, así como al contrario, durante el Gloria de la Misa de Pascua, era la matraca la que enmudecía hasta el año siguiente, mientras las campanas se lanzaban al vuelo en señal de júbilo… y se retiraban entonces las veladuras de imágenes y tabernáculos. Y los templos se hacían de nuevo luz, como la misma luz de Cristo Resucitado resplandece para el mundo cristiano.

En Beniaján y en muchos pueblos de la huerta, las señales de duelo quedaban superadas también fuera de la iglesia, con gestos tan apegados a lo cotidiano como reponer los badajos a las esquilas de las vacas tras una cuaresma de mudez obligada hasta para los cencerros.

Otra costumbre local olvidada era la de arrojar a la calle, por ventanas y puertas, tiestos y platos partidos, cacharros y botijos preñados de azulete. Se hacían añicos contra el suelo de unas calles alborotadas donde también quedaba roto el silencio. La noche del sábado era además de cortejo, de secreto agasajo en la fachada de la pretendida muchacha, amaneciendo repleta de ramos y macetas sisadas al vecindario por el mozo casadero. Y Beniaján entero se acicalaba como una dama revestida de mantones y enramadas, entre cientos de floretas y el papelillo multicolor de artísticas carrozas, preparando la llegada de la Batalla de Flores del Lunes de Pascua. Un nuevo tiempo de júbilo y de exaltación de la abundancia, ensalzando la fecundidad de la tierra y del paisaje que nos abraza.


Aurora Lema y Gabriel Nicolás
Técnicos de Interculturalidad y Desarrollo Comunitario
Proyecto PERIFERIA-S (Fundación Cepaim)

8 de marzo: un día para hacer visibles y reflexionar sobre las luchas cotidianas de las mujeres.

El proyecto Periferia-S ha llevado a cabo distintos procesos comunitarios para celebrar este inusual 8 de marzo en los territorios en los que actúa: Murcia, Cartagena y Lorca, con éxito de participación e implicación de los barrios en los que se ha llevado a cabo.

Periferia-S es un proyecto de ámbito regional que se lleva a cabo en distintos barrios y pedanías de los municipios de Murcia, Cartagena y Lorca, con financiación de las aportaciones del IRPF de la Región de Murcia y que plantea 5 líneas de actuación: participación, mediación educativa, mediación en el ámbito de la salud, trabajo en red y actividades con colectivos vulnerables.

Todas estas líneas buscan incidir en una mejora global de los territorios donde se actúa y para ello es imprescindible contar con la participación de la comunidad y que sean las personas las auténticas protagonistas de las actuaciones que se llevan a cabo.

Buscando ese objetivo de participación y empoderamiento de los barrios y las personas que los habitan, para celebrar este 8 de marzo se iniciaron distintas rondas de contacto a principios de año, apoyándonos en el tejido asociativo. Concretamente, en esta ocasión, las zonas intervenidas han sido Beniaján (en el municipio de Murcia) y el barrio de San Cristóbal en Lorca.

En Beniaján: palabras de color morado para anudar en la Vía Verde

En Beniaján se contactó con los tres centros de la mujer que hay en el territorio: en Villanueva, el centro de la mujer “Flor de Azahar”; en la zona centro, el centro de la mujer “8 de marzo” y en El Bojar, el centro de la mujer “María Seiquer”. Asimismo, se invitó a participar también a la Asociación de Artesanas, ya que está formada íntegramente por mujeres.

De estos contactos se creó un grupo de trabajo compuesto por 10 mujeres que, a su vez, hacían de enlace con el resto de mujeres vinculadas a cada centro o asociación a través de grupos privados de WhatsApp. Así, podemos decir que se hizo una intervención mixta que combinaba elementos tradicionales de desarrollo comunitario como es un taller presencial; y elementos de las nuevas tecnologías y redes sociales a través de las propias redes de cada asociación.

Sesión del taller con mujeres en La Estación de Beniaján

Nos estuvimos encontrando durante 3 miércoles, y además, fuimos juntas a disfrutar de la obra “Un, dos… Ovarios cuentos”, de Eugenia Manzanera, invitadas por el Auditorio de Beniaján, dentro de su festival “Enclave Mujer”, celebrado entre los días 24 y 28 de febrero. Fueron, por tanto, 4 días de reunión: tres para trabajar el empoderamiento y la creación de textos y uno para convivir en un espacio cultural y afianzar lazos que esperamos duren mucho más allá de esta actividad.

Ese fue el proceso y ese fue el disfrute. Pero la finalidad era dar visibilidad al día a día de las mujeres en una intervención pública hoy, el día 8 de marzo. Para ello contamos con el apoyo de la Junta Municipal de Beniaján, a quienes se informó de que haríamos una intervención en la Vía Verde con los textos creados por las mujeres.

Intervención en la Vía Verde (Beniaján)
Anudando palabras de color violeta

La Vía Verde es uno de los lugares más transitados en la Cordillera Sur. Conecta las pedanías que van desde Alquerías hasta Los Dolores, ya casi llegando a la ciudad, a través del camino ganado al antiguo trazado de la red de ferrocarril, que había quedado en desuso a partir de 2009. Por tanto, es emblemático como lugar al servicio de la ciudadanía, para el esparcimiento, el deporte y el encuentro. No podía haber un sitio mejor para mostrar el trabajo realizado con las mujeres en el taller de creación de textos. Y así ha sido: hemos engalanado los árboles de un tramo de la Vía con el color morado tan simbólico de este día y los textos elaborados por las mujeres.

Esta intervención será visible durante toda la semana y desde aquí animamos a otros grupos y colectivos a que hagan uso de la misma para difundir la creatividad y expresión libre de las mujeres hoy y cada día.

En Lorca: historia y futuro enlazados sobre el puente

La actividad del “Taller Creativo 8M” se inició hace semanas en Lorca. Nace de manera transversal del Programa Periferia-S para la dinamización la comunidad vecinal en Lorca, en concreto en los barrios de San Cristóbal- San Diego y Barrio de los Ángeles-Apolonia y aledaños.

Es importante reseñar la colaboración de la Federación de Organizaciones de Mujeres de Lorca (FOM), que ha facilitado las instalaciones y materiales de costura necesarios para la elaboración de banderolas y ha tenido un gran poder de congregación en lo que a participantes se refiere. Agradecer también al Ayuntamiento de Lorca, especialmente a la Concejalía de Igualdad y a la Concejalía de Participación Ciudadana, las cuales han brindado su apoyo y han facilitado el proceso.

Taller Creativo 8M en Lorca

El taller ha sido un proceso participativo donde las y los participantes han decidido qué hacer y cómo hacer la actividad en torno al 8M. En el taller han participado representantes de distintas asociaciones ubicadas en la zona, casi todas ellas representadas por mujeres, tales como: Asociación de Mujeres de San Cristóbal, la FOM, Mujolor, Consejo de la Juventud y Asociación Ramblilla de Tejares. También se implicaron mujeres participantes en el taller de “Confección Industrial Sostenible” de Fundación Cepaim.

Intervención en la entrada al barrio Apolonia

De este proceso ha salido el “Taller Creativo 8M” en el que se han elaborado distintas manualidades realizadas por las propias participantes, las cuales servirán para engalanar zonas de los barrios, como plazas y rotondas. Estas intervenciones se irán haciendo a lo largo de la semana, no sólo el 8M, porque el Día de las Mujeres es todos los días.

Lo que sí se ha hecho este 8 de marzo, como día especialmente simbólico, ha sido el despliegue de un lazo de grandes dimensiones en el conocido Puente del Barrio, porque con actividades como estas levantamos los necesarios puentes que unen pasado, presente y futuro para construir un mundo más justo en Igualdad.

Grupo de participantes en la intervención del Puente del Barrio (Lorca)

Paisaje. Martes de Carnaval

Es Martes de Carnaval y se cierra el primer ciclo festivo del año, el que recibe este mismo nombre y comenzó con San Antón. Las fiestas de este periodo son las fiestas de la luz: San Antón, La Candelaria, San Blas y, por fin, el Carnaval, que pone el punto álgido a estas fiestas que celebran el triunfo de la luz sobre la oscuridad, iniciado en el solsticio de invierno, o sea, en la Navidad. 

Carnaval pone el broche de oro a este ciclo de fiestas de la luz, llevando a la población a la diversión extrema, sin muchos miramientos, diciéndonos: “déjate llevar”. No en vano, cuando acabe este martes empezará el ciclo por excelencia de recogimiento, prudencia y contención en el calendario cristiano: la Cuaresma, que, por tanto, supondrá el reverso de todo lo vivido en los días del Carnaval. 

Puede que esta característica de dualidad que representa el Carnaval, de lo excesivo frente a la prudencia, sea una de las razones de su éxito a lo largo del tiempo. Los seres humanos y la vida en general, nos movemos constantemente en una disputa entre la vida y la muerte, entre el principio y el fin, entre lo que comienza y lo que se acaba. Y, a la vez, sabemos que todo es un continuo, y que no hay noche sin día, ni comienzo sin final y que ambas partes se necesitan y retroalimentan. Esta ciclicidad de la vida es bien recogida por las fiestas carnavalescas, por lo que conecta con una forma ancestral de entender el mundo.  

El Carnaval es una fiesta que viene de muy antiguo. Algunas corrientes sostienen que su origen estaría en fiestas paganas anteriores al cristianismo e incluso en culturas previas a Grecia y Roma, como la cultura Sumeria (Mesopotamia) y el Antiguo Egipto, por tanto podría pensarse que nace en torno al Mediterráneo Sur – Oriental. Pero también hay quien va más allá y conecta estas fiestas con los rituales en honor a algunas deidades en India. 

En cualquier caso, fue popularizada en todo el Imperio Romano, que, como se sabe, en su punto máximo de expansión, estaba extendido por todo el Mediterráneo, tanto al Norte, como al Sur de este mar que tanto nos une, y, a veces, tanto nos separa…

A su vez, cuando Europa se extiende por el mundo con las colonizaciones, lleva consigo una pesada carga de explotación económica, esclavitud, enfermedades y muerte; pero también llevan idioma, cultura, creencias y, por supuesto, fiestas. 

En América, se observa que el Antiguo Carnaval europeo conecta bien con tradiciones prehispánicas y con cantos y fiestas venidas del África subsahariana, portadas por las personas secuestradas y esclavizadas en las costas africanas. Probablemente, resida en esta conexión el éxito del Carnaval en toda América, pero sobre todo en el Sur, siendo el Carnaval de Río de Janeiro, en Brasil, el mayor de todo el mundo; y el de Montevideo, en Uruguay, el más largo, con 40 días de celebraciones. 

Máscaras de Carnaval en Beniaján, a mediados de siglo XX.
Fuente: Taller de Historia de Beniaján

En todos los lugares donde se celebra, el Carnaval se caracteriza por algunos elementos clave: el disfraz, el ruido y la sátira. Es decir, con la posibilidad de transitar por otras identidades (disfraz) y decir en voz alta lo que normalmente callamos (ruido y sátira), sin que nada de ello tenga consecuencias excesivamente negativas, pues en esos días todo está permitido. Es, por tanto, una fiesta que invita a la liberación y a no juzgar, ni prejuzgar, a nadie. 

Por tanto, el Carnaval es la fiesta por excelencia de la transgresión y, como tal, no ha estado muy bien visto por ideologías autoritarias que lo han perseguido e intentado censurar y eliminar. De esto tienen memoria algunas personas de Beniaján, que recuerdan cómo en el Franquismo, a pesar de las prohibiciones, los vecinos más carnavaleros seguían poniéndose sus máscaras, aunque fuera a costa de correr y esconderse para eludir una noche en el cuartelillo. 

Aquéllas “máscaras” eran la versión más antigua del Carnaval en nuestro pueblo. Se hacían con lo que había por casa: sacos de arpillera, trozos de cortina, alguna puntilla sin uso, serrín para el relleno, un poco de paja del granero, papel de estraza para hacer un antifaz y algún sombrero o cucurucho en la cabeza… La idea era que no te reconocieran cuando te acercabas a alguien con un espolsador en la mano para asestarle un golpe o gastarle una broma a otro vecino o vecina, que (hay que decirlo), no siempre era recibida de buen grado, pero sí que era motivo seguro de comentario y chascarrillo.

No se organizaban desfiles, ni había una hora clave de salir a ver los disfraces más llamativos, los cuales se guardaban para el baile de Piñata, sino que era una fiesta, casi un ritual, que se urdía casi en secreto, en grupos (sobre todo de hombres), vecinos, amigos, compañeros, que salían a hacer ruido el Martes de Carnaval. 

Sobrevivió la fiesta a la Dictadura, como antes había sobrevivido a muchos intentos de acabar con ella.Y durante la Democracia fue creciendo, haciéndose cada vez más grande, con el impulso de asociaciones vecinales que eclosionaron, finalmente, en la Asociación Pro Carnaval de Beniaján, creada en 1987 y en torno a la cual se aglutinan actualmente 14 comparsas adultas y 19 infantiles: unos 850 carnavaleros y carnavaleras de todas las edades. Esta asociación, en colaboración con la Junta Vecinal y el apoyo de comercios e instituciones, organiza cada año numerosas actividades y vistosos desfiles, destacando el del domingo de Carnaval que, este año, como sabemos, no tendrán lugar por la delicada situación sanitaria que estamos viviendo a nivel mundial. Sí han organizado un original concurso de disfraces para muñecas, por aquello de mantener viva la ilusión.

Mas algo tan fuerte, tan antiguo, tan nuestro y tan querido como el Carnaval, no puede pasar desapercibido estos días. No nos olvidamos que el año pasado estábamos bailando, haciendo chirigotas y burlas y que sabemos que pronto podremos hacerlo otra vez, solo es cuestión de paciencia. Porque es la fiesta que nos permite ser otros y otras, que nos deja hablar, que expresa nuestra alegría y ganas de vivir, todas las que estamos poniendo para que todo vuelva a ser posible. 


Aurora Lema
Técnica de Interculturalidad y Desarrollo Comunitario
Proyecto PERIFERIA-S (Fundación Cepaim)

Paisaje. San Antón, arranque del calendario festivo

Un dicho popular de la Huerta de Murcia anuncia:

“De los santos de enero, San Sebastián es el primero…

¡Detente, varón, que el primero es San Antón!

¡Detente, necio, que el primero es San Fulgencio!»

La disputa es cosa de días, pues el santoral cristiano dedica a San Fulgencio el 16 de enero, a San Antón el 17 y a San Sebastián el 20. Apreturas de calendario concentradas en un refrán que no hace sino manifestar la popularidad que tradicionalmente han tenido los tres en el ciclo festivo de pueblos y ciudades de nuestra región. Fulgencio fue un obispo cartagenero del siglo VI que hoy se venera como patrón de la Diócesis. Antón (o Antonio el Abad), longevo monje iniciador del movimiento eremítico en Egipto allá por el siglo IV, protector de animales y ganaderos. Y Sebastián, un soldado romano martirizado en el siglo III, abogado contra la peste.

En nuestra mirada al paisaje festivo del territorio inmediato a La Estación, dejaremos a un lado las conmemoraciones del patronazgo diocesano, centradas sobre todo en las ciudades de Cartagena y Murcia. También a San Sebastián, al que se celebra desde tiempo inmemorial y en no pocos pueblos, como Ricote o Cehegín, en agradecimiento a su milagrosa intercesión frente a alguna epidemia… ¡quién sabe si andará ahora en lucha divina contra la Covid-19!

Nos queremos detener en San Antón, pues en torno a su fiesta confluyen una serie de manifestaciones que nos remiten a oficios y formas de vida que tuvieron mucha presencia en este territorio durante siglos. Por un lado, la de bendecir a los animales, al igual que los panes o rollos elaborados ex profeso para ser luego repartidos entre la concurrencia; se trata de ceremoniales cristianizados que hunden sus raíces en las lustratio de la Antigua Grecia y Roma, humanizando por un día a las bestias, permitiéndoles el descanso feriado, procesionando y accediendo engalanados a recintos sagrados… hasta dándoles de comer pan bendito. Hoy se bendicen fundamentalmente mascotas, pero a poco que echemos la vista atrás, apenas unas décadas, ¡cómo no se iba a poner bajo protección divina al animal que tiraba del carro y de la economía de una familia! Que se tuviera un buen o un mal año podía depender de que se encontraran sanos y fuertes el pollino o los bueyes con que se araba la tierra; de que fuera generosa la producción de la vaca que se cuidaba en el establo; o de que salieran adelante las piaras que se criaban en muchas de las casas de la huerta. No está de más recordar que la carne de un solo cerdo, del que se aprovecha absolutamente todo, procuraba alimento durante un año a toda una familia y la perdición podía ser completa de caer el animal enfermo.

Relevante es la vinculación de San Antón con el cerdo precisamente, figurando a los pies del santo en su iconografía. Este simpático acompañamiento parece ser un añadido medieval, siguiendo en este caso una tradición con reminiscencias celtas y del norte de Europa; se trata de la costumbre de engordar un gorrino de forma colectiva para repartir luego la carne del animal entre las personas más necesitadas de la comunidad que lo había criado. Esta práctica fue especialmente popularizada por los frailes antonianos, la orden hospitalaria que entre los siglos XI y XVIII, bajo el patronazgo de San Antón, se dedicó al cuidado de enfermos y desfavorecidos. La onomástica del santo se inserta de pleno en el tiempo de las matanzas porcinas, un periodo circunscrito sobre todo a la Navidad pero que arranca ya en noviembre, con aquello de que “a cada cerdo le llega su San Martín”, y se alarga hasta las primeras semanas del año si seguimos atendiendo al refranero, pues “hasta San Antón Pascuas son”. Estamos en unas fechas, por tanto, que suponen el inicio y el fin de un ciclo anual por el que se engorda y se sacrifica al cerdo para alimentarnos de él, exaltando con ello una forma de vida cristiana que tiempo atrás alejaba toda sospecha del dedo inquisidor en aquella España que no toleraba otro tipo de creencia que no fuera la impuesta. La fiesta nos fue abocando, en fin, a la bendición de los animales en general y a la santificación del cerdo en particular… pero también a la muestra pública de que nos lo comemos.

Merendona en Beniaján, año 1927.
Fuente: Taller de Historia de Beniaján

Fiesta de corros, de pastores y de monte

A todos estos componentes faltaría sumar el que condiciona el lugar donde se desarrollan las celebraciones sanantoneras, normalmente de carácter campestre y casi siempre alejadas de núcleos urbanos… quién sabe si por inspiración de la vida anacoreta que llevó el propio monje festejado. En nuestro caso, hemos de hablar de San Antón contemplando la sucesión de montañas que se recortan de este a oeste sobre el cielo brumoso del invierno levantino, de sierra de Escalona hasta Carrascoy, separando el Valle del Segura del Campo de Cartagena. Precisamente en esos montes reposan los vestigios de los primeros pobladores de este rincón del mundo, asentamientos de civilizaciones que se han ido sucediendo a lo largo de cuatro milenios, que fueron habitando esas mismas montañas y trazando algunos de los caminos que hoy seguimos transitando.

Una de esas rutas ancestrales discurre a media ladera y es la que desde el siglo XIII se empezó a regular como parte de una red viaria tan extensa como esencial en la economía del naciente reino castellano: la conformada por las vías pecuarias que utilizaban los pastores para la trashumancia estacional de los ganados. Justo ahí, diluida en un urbanismo asfixiante que no siempre ha tenido en cuenta la protección legal de la que aún hoy gozan estas “autopistas ganaderas” como corredores ecológicos y naturales, faldea uno de esos itinerarios. Durante siglos y hasta el definitivo decaimiento de la actividad en el XIX, por él deambularon rebaños entre la Serranía de Cuenca y la Vega Baja del Segura. Y no solo rebaños: también sus pastores, nómadas propagadores de historias, de acentos y de costumbres.

Nuestra cañada real, llamada de los Valencianos, se amojonó entre exiguos pero estratégicos manantiales, atravesando vaguadas y ramblizos, lugares capaces de ofrecer agua y pasto para los animales… pero también cobijo a los pastores. Todavía se abren las bocas oscuras de algunas de aquellas cuevas que se fueron labrando como refugio en las escarpaduras que la jalonan, aprovechadas después y hasta hace poco menos de 50 años como viviendas por familias humildes que recalaron en ellas. Barriadas como El Palmeral en Sangonera la Verde, San José de la Montaña en El Palmar, Los Almendros en La Alberca o El Bojar en Beniaján, surgieron precisamente para sacar a esas familias de las inmediatas cuevas en las que malvivían.

El caso es que en torno al 17 de enero, siempre fue costumbre entre las gentes de los pueblos encaramados a esta serranía el apoderarse del monte para convertirlo en lugar de encuentro y de fiesta. Sin duda subyace la herencia de una devoción a San Antón recibida del pasado pastoril que transitó por la vía pecuaria. Y a ello ha de sumarse el poder de convocatoria de las ermitas que siempre ha habido en sus inmediaciones, alguna dedicada directamente al santo protector de los animales: enclaves donde confluir para participar en el rito. Cada pueblo de la zona ha contado desde tiempo inmemorial con un sitio de referencia para la celebración: Sangonera la Verde junto a la fuente de La Pizorra; el vecindario de El Palmar en La Paloma; los de Santo Ángel, Patiño y Algezares subían al eremitorio de la Luz; las gentes de Beniaján se congregaban en El Bojar; las de Zeneta en La Fuentecica; y las de Sucina en el Barranco del Agua. Parajes todos que se ubican sobre el trazado de la histórica vía pecuaria, reino de animales y rebaños.

La faceta con mayor arraigo popular, la que consiguió perdurar más allá del carácter religioso que pudiera darse al festejo y la que más nos interesa resaltar en estos tiempos de apatía y distancia social, es la que lograba congregar en esos enclaves a familiares y vecinos, desde mayores a jóvenes, dispuestos en grupos dispersos entre las pinadas o encaramados a alguna roca con el simple propósito de compartir viandas y un buen rato de diversión. Se subía a pie hasta el paraje y allí se extendían los manteles y se vaciaban las capazas, de las que generosamente salían todo tipo de alimentos para ser compartidos. Predominaban los primeros embutidos de la reciente matanza como símbolo de ese tributo vernáculo al cerdo, un buen pan y, por supuesto, las sobras de la Pascua: cualquier resto aprovechable, dulce o salado, que hubiera quedado en la alacena tras los días grandes de la Navidad. Tampoco faltaban las botas de vino, que circulaban de corro en corro. Ni la música de los instrumentos de siempre, ni los cantos, ni algún baile improvisado con el que cerrar la jornada antes de bajar al pueblo con las últimas luces de la tarde.

En Beniaján seguimos teniendo una ermita dedicada a San Antón al borde mismo de la cañada; un barrio, El Bojar, que lo festeja jubilosamente como patrón. Y la Asociación de Vecinos está intentando recuperar aquella buena costumbre de subir al monte a compartir una jornada con el vecindario, abriendo y ofreciendo el contenido de nuestros zurrones de pastores en el día de la merendona. Las ganas han ido a más tras este año de privación de toda concentración festiva. Nos hacen más falta que nunca. Y el año que viene, si San Antón quiere, allí nos veremos.


Gabriel Nicolás Vera
Técnico de Interculturalidad y Desarrollo Comunitario
Proyecto PERIFERIA-S (Fundación Cepaim)

Pilares de un pueblo

Desde el pasado viernes, 18 de diciembre, una exposición itinerante recorre enclaves de Beniaján para poner en valor el trabajo que vienen desarrollando los colectivos y asociaciones de la localidad.

Pilares es el nombre que se ha dado a esta muestra realizada de forma colaborativa por cuarenta instituciones beniajanenses, coordinada desde el Centro Comunitario La Estación (Cepaim) en el marco del proyecto Redes Sur, financiado por Fundación Cajamurcia y Bankia. Pilares de la cultura, de las artes, del deporte, de las tradiciones, de la educación, de la economía, de la realidad social, diversa y solidaria que se comparte en este rincón de la Cordillera Sur de Murcia.

En un año complicado para todas ellas, en el que muchas no han podido apenas desarrollar actividad alguna, las asociaciones han querido salir así al encuentro de la ciudadanía por la que trabajan desde hace años, poniendo de manifiesto que siguen ahí a pesar de la difícil travesía a la que nos ha sometido el aciago 2020. Algunas son más que centenarias, otras de creación relativamente reciente, pero todas han transitado un mismo camino de compromiso, dedicación y espíritu de superación en favor de los habitantes de este territorio. La exposición muestra fotografías de sus actividades previas a la pandemia, datos curiosos de cada una de ellas, auténticos logros compartidos que ponen de relieve el imprescindible papel que vienen desempeñando en la construcción de una sociedad más participativa y cohesionada desde el ámbito local y cercano. En los paneles se disponen además códigos QR de acceso a sus respectivas plataformas web y redes sociales, facilitando el acceso a información más detallada. Esta acción de visibilidad es también un canto de esperanza ante ese horizonte cada vez más cercano en el que los distintos colectivos, y la sociedad en general, podrá ir recobrando la tan anhelada normalidad.

La muestra “Pilares” arrancó el viernes por la mañana ocupando la céntrica Plaza de San Antón, corazón de la localidad, coincidiendo además con la celebración del mercado semanal. El sábado se trasladó a la puerta de la Biblioteca y Centro Cultural, entorno muy animado y nuevo foco de atracción cultural en la zona. Y el domingo 20 fue colocada en la siempre concurrida Vía Verde de la Cordillera, a la altura de La Estación. En las próximas semanas seguirá su viaje itinerante, con paradas ya previstas en el Atrio de la Iglesia, el Parque de Monteazahar, el Barrio de El Bojar, el Auditorio Municipal y el Centro La Azacaya. Todo un recorrido por Beniaján en unión con sus colectivos, auténticos pilares de la vida del pueblo.

Los Almendros y su ejemplar historia de superación y mejora social desde el trabajo comunitario

El próximo 25 de diciembre se cumplirá el 50 aniversario de la entrega de llaves de las primeras casas construidas en este barrio de La Alberca, surgido para sacar a decenas de familias de las cuevas en las que vivían hasta ese momento.

En la falda misma de la sierra, entre la Rambla de El Valle y las nuevas urbanizaciones que jalonan la A-30 en dirección al Puerto de la Cadena, el Barrio de Los Almendros se inserta hoy en el casco urbano de La Alberca como una zona más de esta pedanía de la Cordillera Sur. Sus cuatro manzanas se organizan en torno a media docena de calles, homogéneas y pulcras, mostrando un aspecto remozado producto de la rehabilitación integral promovida en 2010 por el Ayuntamiento de Murcia y la Comunidad Autónoma. Fue entonces cuando se instalaron nuevas cubiertas para eliminar las placas de fibrocemento originales, se pintaron las fachadas de colores y se adecentaron los patios y las entradas a las escaleras, entre otras mejoras, unas obras acompañadas además de la renovación de la red de saneamiento y del pavimento de los viales.

Pero la historia de este barrio es verdaderamente singular y se remonta unas cuantas décadas más atrás, cuando se levantaron estos mismos edificios, entonces solitarios y aislados, en mitad de una ladera salpicada por los almendros que le darían nombre. Incluso antes, pues su germen está realmente en las decenas de familias que poblaban las cuevas que se abrían en el cauce de la cercana rambla, y en los desvelos de un sacerdote de recuerdo imborrable para todas ellas: Don Cayetano Moreno. Aquel párroco vino a centrar en los más necesitados su labor pastoral en La Alberca, moviendo cielo y tierra para tratar de mejorar las condiciones de vida de las familias de las cuevas. Empezó por luchar para que tuvieran electricidad, luego alentó la construcción de un pozo para disponer de agua… y terminó por constituir una constructora benéfica que levantaría las casas a las que finalmente se trasladaron todas ellas, dejando atrás para siempre el horadado cantil del ramblizo. El 25 de diciembre de 1970 tuvo lugar el acto de entrega de llaves de las primeras 80 viviendas, fase a la que siguió una segunda, configurándose así el barrio que este 2020 cumple su 50 aniversario.

En Los Almendros fueron recalando muchas otras familias, no solo las procedentes de las cuevas, cristalizando en un crisol humano diverso y unido que compartiría mucho más que vecindad. Y es que la creación de la barriada vino acompañada de una labor de formación, empoderamiento y enriquecimiento cultural de sus habitantes, estimulada también por Don Cayetano y dirigida por numerosas personas del pueblo y del propio barrio que brindaron sus conocimientos y lo mejor de sí para lograrlo. Se dispusieron varios locales comunitarios para la realización de actividades, espacios para la participación y el encuentro vecinal. También se fomentó el movimiento asociativo tan latente en aquellos años y proliferaron grupos de formación, de oficios, de música, de baile, de costura, deportivos… Y todo desde la implicación de la ciudadanía, verdadera protagonista e impulsora de su propio crecimiento. A ello habría que sumar la aparición del Colegio Público Virgen de la Fuensanta, aliado indispensable en muchas de las iniciativas llevadas a cabo, así como del jardín que tantas fiestas y eventos ha venido acogiendo a lo largo de estas cinco décadas. Todo un mundo dentro del mundo, ejemplo de superación y convivencia.

La labor permanente y mantenida hasta nuestros días por la Asociación de Promoción Socio-Cultural, la Asociación de Vecinos de Los Almendros y el colegio, fortalecida desde 2019 con un trabajo en red alentado desde los Servicios Sociales Municipales de Murcia Sur y al que se ha sumado el IES Alquibla, Fundación Cepaim y la propia Junta Municipal de La Alberca, entre otras instituciones, contaba con poder celebrar el aniversario por todo lo alto. Pero la pandemia obliga al aplazamiento. Sin embargo, se ha querido al menos testimoniar la efeméride con la publicación de un audiovisual: “Los Almendros: 50 años construyendo barrio”, el cuál recoge recuerdos y vivencias sobre su historia, relatos en primera persona de esa experiencia compartida que ha marcado a varias generaciones de vecinos y vecinas de este rincón de la Cordillera Sur de Murcia. Hoy miran con orgullo al pasado, pero afrontan además el futuro con la ilusión de que el proceso se mantenga vivo, imparable y multiplicador, gracias a la implicación de la juventud del barrio.

El audiovisual ha sido realizado desde Fundación Cepaim, con el apoyo y colaboración de las demás entidades implicadas, en el marco del proyecto REDES SUR que financia Fundación Cajamurcia y Bankia. Un sencillo pero merecido homenaje a Los Almendros y a sus gentes, ejemplo vivo a día de hoy y del que podrían tomar buena nota en otros lugares, precisamente ahora que la crisis sanitaria nos ha vuelto a poner delante de los ojos la importancia de las redes vecinales, el apoyo mutuo, el ocio de proximidad y la cultura de barrio. Almendros que tras cinco décadas siguen floreciendo.

Audiovisual «Los Almendros: 50 años construyendo barrio»

Colectivos de Beniaján en positivo frente a la pandemia

El pasado sábado 28 de noviembre tuvo lugar SOMOS+, un encuentro virtual de asociaciones y colectivos de Beniaján convocado desde La Estación, centro comunitario gestionado por Fundación Cepaim en esta localidad.

El evento se produce precisamente en un contexto de crisis sanitaria por el que gran parte de la labor que venían desempeñando los colectivos del territorio, como en tantos otros sectores, ha tenido que ser suspendida o adaptada con dificultad a cada nueva normalidad a la que nos ha llevado la pandemia. Estos días, por ejemplo, se está celebrando en el Auditorio la XVIII Muestra de Teatro Edmundo Chacour tras ocho meses de aplazamiento. No habrá tanta suerte para los Carnavales de 2021, cuya suspensión ya ha sido comunicada oficialmente por tratarse de unas fiestas que congregan anualmente a miles de participantes y asistentes en las calles de Beniaján y que, como otros eventos multitudinarios, hoy por hoy son claramente inviables.

Al encuentro asistieron representantes de una veintena de instituciones de la localidad, tanto deportivas, como culturales, artísticas o de carácter vecinal y social: Columbares, Beto, Cáritas Parroquial, Centro de la Mujer de El Bojar, Agrupación Musical, Teatro Edmundo Chacour, Enkidu Teatro, Coral Vía Musicalis, Chirigota de Beniaján, Asociación Pro-Carnaval, Argarruchal, Asociación de Vecinos, Arqueología de Guardia, Beniaján Basket, Club Gimnasia Rítmica, así como la Junta Municipal, el Auditorio y el Centro Cultural de Beniaján. Las aportaciones de cada una de ellas fueron poniendo de manifiesto que, ante esa irremediable incertidumbre que viene marcando la planificación y puesta en marcha de actividades, resulta imprescindible la suma de esfuerzos para la superación de retos comunes, el apoyo mutuo y decidido entre instituciones, y la apertura a un espectro de la ciudadanía cada vez más amplio y diverso al que se debe dar respuesta en coherencia con el compromiso social que las une. Trabajar desde un colectivo por y para las personas de un territorio concreto, como es el caso de las entidades de Beniaján, forma parte de esa estrategia que vuelve a cobrar fuerza en el nuevo modelo de sociedad al que nos dirigimos: apostar por lo local, por la economía, el ocio y la cultura de proximidad.

La jornada se planteó como un espacio de escucha, de reflexión y transmisión de buenas prácticas en el ámbito del asociacionismo, buscando estrategias innovadoras de trabajo en red. Se recordó por ejemplo lo vivido el año pasado con “Beniaján en Vela”, evento en el que se implicaron varias de las asociaciones presentes en el encuentro, dando como resultado una experiencia colaborativa de gran repercusión y trascendencia que, de no haber sido por la pandemia, se habría realizado de nuevo en 2020. Frente a la imposibilidad de poder concentrar grandes públicos, se resaltaron las oportunidades que hoy nos brindan las plataformas online para mantener el contacto con la base social y también ciertas programaciones, pero sin perder de vista que hay muchas personas para las que la brecha digital, por falta de habilidades o precariedad de medios, sigue siendo una barrera. Por ello, en la medida de lo posible y siempre que se cumplan los protocolos y normas de seguridad, ajustando aforos y formatos, se debe seguir abogando por la experiencia presencial: una apuesta por el ocio seguro, cercano, a un paso de casa.

Para ello, se considera imprescindible que las entidades puedan compartir recursos y optimizar las posibilidades que ofrecen los equipamientos socio-culturales con los que cuenta la localidad, como el Auditorio, la nueva Biblioteca y Centro Cultural, el Centro La Azacaya, el Ecomuseo, La Estación o La Madriguera, brindándolos a colectivos que carezcan de instalaciones adecuadas y dando una mayor difusión a sus programaciones; también la puesta en valor del espacio público al aire libre como el entorno más seguro para la celebración de determinadas actividades: se habló de trabajar una programación colaborativa que llene de contenido cultural y artístico las plazas y jardines del pueblo, la Vía Verde o la Calle Mayor. En este sentido, desde la Junta Municipal se destacó que Beniaján cuenta con un nuevo espacio de gran versatilidad, como es la pista del CEIP Ntra. Sra. de Fátima, dotada de graderío y a la que recientemente se ha incorporado una gran cubierta. También fue muy celebrada la reciente inauguración de la nueva biblioteca municipal y sala de estudio. Y otros de los asuntos abordados fueron la necesidad de ampliar la oferta de ocio juvenil en el pueblo o la recuperación del patrimonio histórico y cultural, objetivos que ya están en marcha o se marcan en el horizonte cercano de muchas de las asociaciones participantes.

Se aprovechó el encuentro para compartir los resultados de la encuesta online lanzada hace un mes, también desde La Estación, para conocer el grado de conocimiento que tiene la ciudadanía de Beniaján sobre los equipamientos y entidades locales. Ambas iniciativas se han organizado en el marco de “Redes Sur”, proyecto financiado por Bankia y Fundación Cajamurcia desde el que se está trabajando el fomento del asociacionismo, la participación y la cooperación entre las asociaciones y las administraciones públicas en el territorio de la Cordillera Sur del municipio de Murcia. SOMOS+ finalizó con el compromiso de establecer una red formal de colaboración interna entre colectivos y de difusión externa de las actividades que éstos desarrollan, para seguir sumando y construyendo comunidad, siempre en positivo, por Beniaján.

Diagnóstico a golpe de click en tiempos de pandemia

El Centro Comunitario La Estación acaba de lanzar «¿Conoces tu pueblo?»: una encuesta online con la que pretende ahondar en el diagnóstico del área de Beniaján en materia de asociacionismo.

La encuesta se dirige especialmente a adolescentes, aunque está abierta a la participación de cualquier persona. El objetivo es, por un lado, detectar carencias de apego al territorio y de ocio juvenil en esta parte del municipio de Murcia; y por otro, apoyar en estos tiempos de especial dificultad a la red de asociaciones, entidades recreativas y equipamientos culturales existentes en la localidad. La mayor parte de estas instituciones están haciendo un gran esfuerzo por seguir ofreciendo actividades seguras a la población, amoldándolas a las limitaciones sanitarias.

Desde hace meses, la distancia social y el confinamiento vienen marcando nuestro día a día, pero también se está reflexionando mucho sobre el contexto inédito hacia el que nos dirigimos. En ese nuevo paradigma, los equipamientos socio-culturales y el tejido asociativo local juegan un papel fundamental como generadores del ocio de proximidad y soporte más inmediato de la cultura de barrio. Estas instituciones se han visto muy afectadas por la pandemia, paralizando algunas de ellas su actividad o tratando de adaptarse a la situación a marchas forzadas. Pero en todo este proceso transformador no pueden caminar en soledad, ni es suficiente con el respaldo que puedan brindarle las administraciones, sino que ha de implicarse también la propia ciudadanía por la que trabajan. Por ello, desde La Estación se considera vital mantener canales abiertos con la población y especialmente con la juventud de su zona de influencia: para que fluya la comunicación y se desconfinen las ideas y la creatividad.

Los resultados que arroje esta encuesta ayudarán a pulsar la percepción que tiene el vecindario en general, y los más jóvenes en particular, sobre las posibilidades del lugar donde residen, así como recogerán sugerencias para mejorarlo. Esta labor de diagnóstico y sensibilización se enmarca en el proyecto Redes Sur que desarrolla el Centro La Estación este año con el apoyo de Fundación Cajamurcia y Bankia.

La encuesta es completamente anónima. Pincha AQUÍ si quieres participar.

La Estación, un espacio seguro para mantener la actividad deportiva, formativa y cultural

Desde el pasado mes de septiembre, el Centro Comunitario La Estación viene cediendo sus instalaciones a diversos colectivos de Beniaján para que éstos puedan seguir desarrollando su actividad con todas las medidas de seguridad sanitaria.

La pandemia ha provocado la paralización de muchas de las actividades, cursos y formaciones ofrecidas de forma habitual a la ciudadanía por asociaciones del territorio. En muchos casos, sus sedes no reunían las condiciones necesarias para el desempeño de las mismas de forma que se pudieran cumplir las recomendaciones sanitarias establecidas, por ser espacios demasiado reducidos o a veces compartidos con otras entidades. Algunas instalaciones municipales donde se llevaban a cabo hasta el pasado febrero, han permanecido incluso cerradas hasta hace apenas unas semanas.

En vista de la situación y desde el proyecto Redes Sur que tiene en marcha este año Fundación Cepaim, precisamente para el fortalecimiento del tejido asociativo local, con el apoyo de Bankia y Fundación Cajamurcia, se decidió abrir una línea de colaboración con algunas de ellas para que el Centro Comunitario La Estación pudiera cubrir sus demandas de espacio. A las posibilidades que ofrece la gran sala interior diáfana con que cuenta el centro, se une la versatilidad del antiguo muelle cubierto para el desarrollo de acciones al aire libre. Y todo bajo estrictas medidas para el cumplimiento del límite de aforos, uso obligatorio de mascarillas, distanciamiento, desinfección y limpieza del espacio.

De esta forma, ha sido posible que retomaran su actividad tras el verano decenas de componentes del Club de Gimnasia Rítmica Junta Municipal de Beniaján. También se han posibilitado ensayos a grupos de teatro, como Enkidu, Edmundo Chacour y AyeCía, todos ellos inmersos estos días en el montaje de propuestas enmarcadas en la convocatoria de Reactivos Culturales lanzada por el Ayuntamiento de Murcia. Además, está siendo utilizada La Estación por la Coral Vía Musicalis, e incluso la Agrupación Musical de Beniaján está preparado alguna de sus actuaciones. Paralelamente, poco a poco se han ido retomando los cursos organizados por Cepaim dentro de sus programas de empleo y formación, manteniendo abierto el centro comunitario desde un ejercicio de responsabilidad con la situación sanitaria y también de compromiso decidido con la ciudadanía y sus colectivos.

Un encuentro virtual, entre bambalinas

Grupos locales de Beniaján vinculados con las artes escénicas realizan un encuentro virtual para compartir inquietudes e ideas ante la pandemia.

Frente a la situación de incertidumbre generalizada en la que se encuentra el mundo de la cultura y el espectáculo a causa de la crisis sanitaria, desde el Auditorio Municipal de Beniaján (Ayuntamiento de Murcia) y el Centro Comunitario La Estación (Fundación Cepaim) se sigue apostando por el fortalecimiento de la red de contactos y el apoyo mutuo entre equipamientos y colectivos locales especialmente vinculados al sector en Beniaján y su área de influencia. Para ello, se propuso la realización de un primer encuentro con grupos de artes escénicas de la zona, de forma que pudieran compartir inquietudes, ideas, aprender unos de otros y sentirse más arropados.

Tuvo lugar el pasado 7 de octubre y, además del personal técnico del Auditorio Municipal y La Estación, asistieron representantes de la Asociación Teatral Edmundo Chacour, Enkidu Teatro, Chirigota de Beniaján, Coral Vía Musicalis, Ayeklauwn/Aye Cía/Aye Cultura Social y La Madriguera. Todas ellas manifestaron las enormes dificultades que están atravesando para mantener su actividad, pero también su capacidad de adaptación a las circunstancias. En cuanto a equipamientos, desde septiembre La Estación ha reabierto sus puertas para albergar cursos de la Fundación Cepaim, pero también está cediendo su espacio a algunos colectivos del territorio necesitados de un lugar para realizar sus ensayos y formaciones. La idea es aprovechar al máximo las posibilidades del muelle cubierto, que permite actividades seguras y al aire libre con control de acceso. Por parte del Auditorio de Beniaján, ya ha arrancado la programación del trimestre con todas las medidas de seguridad y con el aforo reducido a un tercio del habitual; está en cartel el Ciclo de Jóvenes Solistas, el Festival de Títeres, la Muestra de Teatro Edmundo Chacour… y otros eventos de gran calidad dirigidos a todo tipo de público.

Tres de las entidades participantes en el encuentro (Chacour, Enkidu y Aye Cía) están inmersas en proyectos enmarcados en la convocatoria de Reactivos Culturales que el Ayuntamiento de Murcia puso en marcha como apoyo al sector; sus resultados se presentarán en los próximos meses tras el duro trabajo de adaptación que supone ahora mismo cualquier producción teatral. La Chirigota de Beniaján, por su parte, ha tenido que cancelar todos los grandes eventos programados para este 2020 en el que, además, conmemora su vigésimo aniversario; con el próximo carnaval ya suspendido, es precisamente esta efemérides la que está sirviendo a sus integrantes de estímulo para reflexionar sobre el camino recorrido, ordenar sus archivos y plantear una muestra antológica de su exitosa trayectoria.

La Coral Vía Musicalis ha retomado sus ensayos con todas las medidas de seguridad, utilizando primero un jardín público del pueblo y ahora el espacio cedido de La Estación. La amplitud del grupo impide que puedan cantar conjuntamente, pero lo hacen por voces y ya tienen prevista alguna actuación de cara a la Navidad: alicientes necesarios para mantener la motivación y la esperanza de los participantes.

La Madriguera llevaba cerrada desde febrero. Sus responsables, presas de la incertidumbre, decidieron tras el verano pasar a la acción no sin esfuerzo y sobre todo alentadas por la necesidad que sienten de apoyar al colectivo artístico. La persiana de este centro de gestión privada se volvió a levantar el pasado 2 de octubre y, ese día, lo que predominaba en el ambiente era la avidez del público por disfrutar de la experiencia, de recuperar el ocio cultural. La creatividad y la reinvención deben estar a la orden del día como armas imprescindibles para resistir. Para finales de mes tienen programado el Tenorio, con varios días y pases para que nadie se quede sin poder asistir.

Hacia un ocio cultural seguro, cercano y de calidad

El encuentro ha puesto en valor no sólo la existencia de muchos colectivos artísticos en la zona de Beniaján, sino también la de tres equipamientos culturales enfocados a las artes escénicas: el Auditorio, La Estación y La Madriguera. Se trata de una estructura con la que no cuentan muchas poblaciones y un recurso para dichos colectivos que ha de servir también para fortalecer la colaboración entre ellos; espacios donde convivan como artistas y como puntales de la cultura local, donde puedan además compartir y diversificar sus públicos. Se incidió en la necesidad de trabajar juntos, de plantear objetivos comunes, de construir una verdadera red de equipamientos y de colectivos; y desde ella, apostar por lo local, por la cultura de barrio, implicando también a otros sectores (comercios, hostelería, etc).

En un tiempo además como el que atravesamos, propicio para el ocio de proximidad, se coincidió en la necesidad de llegar más y mejor a la ciudadanía residente en la zona: potenciando la escucha activa de las demandas de la población desde la propia gestión cultural, y trabajando la difusión para contar mejor que estamos ofreciendo ocio de calidad, cercano y seguro.

Estrechamente relacionadas con lo anterior, se apuntaron otras necesidades como la falta de señalización de las ubicaciones de los equipamientos, o la mejorable calidad del entorno urbano de los mismos, cuestiones que deberían trasladarse a la Junta Municipal para que se incida en ellas desde la administración local. Como elemento positivo, se resaltó la Vía Verde como un gran eje por donde discurre muchísima gente a diario, pudiendo convertirse en elemento vertebrador de recorridos peatonales y ciclistas que conecten los espacios culturales y educativos de la zona.

Por último, se emplazó a las personas y colectivos participantes a reflexionar sobre todas estas cuestiones y se propuso la repetición de este tipo de experiencias de forma periódica, de manera que pueda cristalizar en un grupo de trabajo estable y continuo. Se enmarca además en las iniciativas emprendidas desde La Estación dentro del proyecto REDES SUR, financiado por Fundación Cajamurcia y Bankia, siendo uno de sus objetivos la promoción del diálogo y la cooperación entre asociaciones e instituciones del territorio, para planificar y llevar a la práctica acciones conjuntas. Desde la reinvención, la seguridad y el espíritu creativo que nos une, se trata en definitiva de apostar por la cultura en Beniaján como un pilar fundamental que debemos mimar y proteger, ahora más que nunca.

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